• En el mesón una cerveza de 200 cc y de fondo las trabajadoras. Ese trago para ellas cuesta 10 mil pesos.
  • En las diferentes schoperías y cafés que recorrimos nos encontramos varias veces con el cuadro de Marilyn Monroe, lo que parece ser un símbolo en estos lugares.
  • Karina, colombiana de 23 años llegó el 2015 a Chile y hoy ofrece servicios sexuales en una shopería del centro de La Serena.
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El Día
Nos internamos en la bohemia más oscura de la capital regional y constatamos una realidad de la que nadie se hace cargo. El aumento de las shoperías y cafés en la Zona Típica ha traído aparejado el surgimiento descontrolado del comercio sexual al interior de los mismos locales. Si bien la prostitución no es un delito, el Código Sanitario prohíbe y sanciona el ejercicio en recintos que facilitan el oficio más antiguo del mundo. Conversamos con trabajadoras, la mayoría de nacionalidad extranjera y develaron el modus operandi que utilizan en los bares, con piezas especialmente acondicionadas para encuentros privados. El edil Roberto Jacob sostiene que con esto “se muestra la peor cara de la ciudad” y especialistas sostienen que este mercado da pie a delitos como la explotación sexual y la trata de personas.

Viernes por la noche y el ambiente en el sector Bohemio de La Serena comienza a encenderse. De a poco, llegan los parroquianos a tomar un trago en alguno de los pubs, dando inicio al carrete del fin de semana.

La oferta es variada y no sólo en cuanto a locales para beber y conversar. La “entretención”  va mucho más allá y el mercado del sexo ha irrumpido con todo, tanto así que, según constatamos, quien lo requiera ni siquiera necesita ir a buscarlo, los cazadores de clientes llegan solos y reparten flayers con imágenes de atractivas mujeres que prestan sus servicios muy cerca del centro.

Así es, la ciudad de las iglesias y campanarios se sitúa en la vanguardia en cuanto al comercio sexual y el erotismo, sobre todo en el último tiempo con la proliferación de locales con patente de cabaret, donde el gancho son precisamente mujeres, que no necesariamente ejercen la prostitución, pero cuya labor principal es la de “sacarles tragos” a clientes cobrándoles por el consumo y además por “la compañía”.

CUANDO EMPIEZA A SER UN PROBLEMA

Nada nuevo bajo el sol, pero va in crescendo. Hace cinco años realizamos un recorrido por la capital regional -el cual quedó plasmado en un reportaje- y vimos cómo crecía el incipiente mercado, sin embargo, la realidad era diferente. Sólo había cuatro de los denominados “café con piernas” y pese a que ya se vivía el destape en la que, se supone, es una de las ciudades más conservadoras del país, todavía existía resistencia con el boom de estos recintos, lo que ya quedó en el pasado.

A plena luz del día y en algunos casos de lunes a domingo, sólo en el casco histórico y muy próximos unos de otros funcionan al menos 10 negocios de este tipo entre “cafés” y shoperías que operan de la misma forma: atractivas chicas y llamativos atuendos (o más bien poco atuendo) ofreciendo algo más que un expreso bien cargado o una cerveza fría.

El tema no pasaría más allá de lo anecdótico, claro, si a nadie le molestara y no se produjeran constantes problemas en las afueras de estos recintos. Sin embargo, la situación se ha salido de control y así lo han denunciado vecinos y locatarios de otros rubros que trabajan en el sector apoyados por autoridades municipales, las que aseguran, se ven “atadas de manos” al no contar con facultades para investigar lo que la gente les reclama, y les exigen erradicar. “Aquí hay lugares que se venden como una cosa, pero que en realidad son centros de prostitución encubierta”, asevera el concejal Carlos Thenoux, quien emplaza a las policías y a la Gobernación para que “tengan un rol más activo al fiscalizar y regular estas situaciones”.

LA AVENIDA CON COMPAÑÍA.

Quisimos llegar a la verdad y la fuimos a buscar. La señal nos la dio el joven que nos entregó el flayer aquel viernes por la noche, y las denuncias del concejal Thenoux. ¿Qué tan lejos ha llegado el comercio sexual?, ¿Efectivamente se practica de manera encubierta en los cafés y shoperías?

Salimos a la calle tal como hace cinco años. Y sí, gran parte de los locales han subido al otro nivel y con el dinero suficiente en el bolsillo el sexo pagado está a la vuelta de la esquina.

La Avenida Francisco de Aguirre se transforma durante la noche y todo gira en torno a los locales nocturnos. No fuimos un viernes ni un sábado sino un martes y el ambiente tropical de los bares parece ser inagotable. “Al principio venían los viejos a tomar, pero ya se chacreó el ambiente. Es otra cosa, usted sabe”, dice “Pablo”, chofer de la línea de colectivos que va desde La Serena a Coquimbo y que tiene su paradero justo en frente del bar Nueva Alameda, el primer recinto donde ingresamos durante la noche.

Dos mujeres se acercan de inmediato para tomar el pedido, alegres. Ambas provenientes de República Dominicana. Tienen una personalidad avasalladora y lo hacen sentir en el saludo cariñoso que antecede todas las demás ofertas. Claro, el que tomemos sólo un trago sólo le sirve a la casa y ellas se quedan sin propina. Su negocio es que las invitemos y paguemos por su compañía, lo que expresan abiertamente de inmediato. “Si quieren que nos quedemos la ‘coronita’ sale a $6000”, dice la joven de más experiencia, quien lleva dos años en el país. La otra garzona, que llegó a Chile hace sólo tres meses, sonríe y asiente con la cabeza.

El diálogo se extiende y se va perdiendo con el reggaetón de fondo que termina, dando paso al silencio incómodo. No nos decidimos y ellas se impacientan tanto que la más callada se retira hasta el mesón y en ese momento su compañera sube la oferta. “O si quieren algo más también está el privado”, comenta la chica, sonriendo.

La pregunta obvia surge de inmediato y le pedimos precio y detalle, lo que no tarda en venir. Por $20000, asegura la dominicana, podemos acceder al cuarto que generalmente ellas usan como vestidor, y tener un baile exclusivo “con besos y caricias”, todo esto durante el tiempo que dura el trago que tenemos que poner sobre la mesa.

Le consultamos abiertamente si el servicio incluía sexo y fue cauta. Dejó abierta la interrogante, en principio, pero finalmente lo admitió y aseguró que todo dependía del feeling con el cliente. “Primero tenemos que estar adentro y luego ver qué pasa”, explica la mujer, sin dejar de moverse al ritmo de la música. “Piénsenlo y me llaman”, agrega y regresa al mismo mesón donde estaba cuando llegamos. Vuelve a su mundo, a conversar con sus amigas y se desentiende por completo de nosotros. La experiencia le dijo antes que no éramos los clientes que ella estaba esperando.

SEXO, PERO AFUERA. 

Subiendo por la Avenida las shoperías siguen siendo la tónica. En el Noa Noa, por las mañanas venden desayuno, pero cuando el sol deja de iluminar las calles de la ciudad colonial, muta en un bar atendido por atractivas chicas.

Seis extranjeras y una chilena nos reciben ese día. Es esta última la que llega a la mesa que elegimos para supuestamente compartir y aclara de entrada ahí sólo se ofrece compañía por un trago de seis mil pesos, más el consumo propio, al igual que en la mayoría de los locales.

No hay privado y pese a que insistimos, no cede y recalca que al menos adentro no pasará nada. Eso sí, deja la puerta abierta a un eventual encuentro, otro día y en otro lugar, por un precio a convenir. “Aquí no hacemos ese tipo de cosas, pero muchas niñas trabajan en eso afuera y se juntan con los clientes, pero eso ya es cosa de ellas”, precisa la anfitriona, quien se retira amable a esperar nuestro pedido, que nunca se concreta.

LLUVIA DE MIRADAS Y CERVEZA

En calle Cienfuegos llueve la cerveza entre miradas que se entrecruzan. A mitad de cuadra entre peluquerías y puestos de verdura está el clásico Edith. Se trata de un local donde fieles parroquianos acuden desde hace años, en busca de un trago, y en el último tiempo también de compañía. Las extranjeras, fundamentalmente de Colombia y República Dominicana predominan, y también encontramos a una chica boliviana de 21 años.

Pero quien primero se no acerca es Karina, colombiana de 23 años, y de una intensa tez morena. Ella es más explícita en los ofrecimientos y sus tres años viviendo en Chile le dan la sapiencia necesaria para entender todos los códigos locales. “Qué van a querer, chicos, no vengan a puro mirar”, nos dice, mientras disfruta la bachata que suena a todo volumen.

Pedimos un trago y una bebida a la espera de secretos que se develen, y no pasa mucho tiempo. Karina vuelve más atrevida y cuenta cómo funciona el local. El mismo precio que en todos los lugares por el trago y la compañía, pero por dos mil pesos más hay acceso al sector vip. “Ahí estamos más cerquita, y nadie nos ve”, dice la trabajadora, intentando convencernos.

Pero vamos por algo más intenso, le decimos, y arremete con todo. “El privado te sale 20 mil, y por 10 mil más es con todo, con ‘cachita’ incluida”, cuenta. Es decir, por 30 mil pesos, se puede mantener sexo libremente al interior del local.

Consultamos con otras trabajadoras y pudimos constatar que buena parte de ellas ejerce la prostitución en el recinto. Eso sí, aclaran, el precio no es estándar y lo pone cada una. “El que quiere pagar paga y el que no, no. Nadie lo obliga”, afirma.

Claro, lo que puedan obtener las trabajadora a través del comercio sexual es sólo para ellas y no deben dar cuenta al local, donde se les paga un sueldo fijo, más “la propina”, o sea, la mitad de lo que logren recaudar en tragos.

Pero no todas están dispuestas. La joven boliviana también interactuó con nosotros durante largos minutos. No precisó cuánto era el dinero que percibía en ese trabajo, pero aseguró que era mucho más de lo que podía ganar en su país. Por eso vino, indica, con un tono de seguridad y prestancia distinto al de las demás muchachas. Repite constantemente que no estará ahí el resto de su vida, que pretende estudiar y algún día retornar a su país, más preparada para darle un mejor pasar a sus seres queridos a los que no quiere defraudar. Y esa es la razón, según sostiene por la que “no hago privados, ni menos tengo sexo. Sólo compañía”, asevera, categórica, pero con una ternura leve.

LOS CLÁSICOS CAFÉS AL LÍMITE

En calle Balmaceda uno, y subiendo por Domeyko otro, el Edén, y el Rapa-Nui son dos de los primeros café con piernas que se instalaron en La Serena y que siguen vigentes. El primero tiene más concurrencia y es mucho más amplio. En su mayoría las chicas son chilenas, pero de vez en cuando se puede ver a extranjeras trabajando en el lugar. Pero, ¿hay prostitución? Sin rodeos, ingresamos y le consultamos a la primera muchacha que vimos cuáles eran los servicios.

Su nombre era Loreto, chilena de 23 años, quien dice llevar poco tiempo en el rubro, pero quiere trabajar mucho para retirarse pronto. “No es lo mío”, acota, entre risas.

Con simpatía afirma que no quiere perder el tiempo y que el precio del trago para ella, si la invitamos, cuesta 8 mil pesos y si queremos ir al privado la tarifa es de 20 mil. En caso de un servicio completo, el precio asciende a 35 mil pesos.

Algo similar ocurre en el Rapa-Nui, el otro clásico café, aunque según afirma Loreto, “siempre depende de la niña que te atienda. Porque el piso son los 20 mil, y si quieres tener relaciones ella te puede cobrar lo que quiera”, asegura la joven, una de las mujeres que ha encontrado en el comercio sexual el sustento para vivir, dentro de un mercado que, de manera encubierta opera en el centro de La Serena.

“EL LADO OSCURO DEL CAFÉ”.

El caso del café “Black” parece ser especial. Se vende alcohol y está ubicado justo al lado de la shopería Dominican en calle Eduardo De La Barra, pero no se permite el comercio sexual de ningún tipo, ni tampoco hay privados. Aquello, según cuentan las trabajadoras que encontramos esa noche, se debe a la estricta disciplina que impone la administración. “Hay reglas claras en cuanto a horarios tiempos y sólo se contrata a ciudadanas chilenas”.

Los precios también varían. Es más caro que en los demás recintos, “lo que asegura una mejor selección de clientes”, dicen. La compañía, o la copa para la chica cuesta $10.000 y 18.000 si se sirve en una copa más grande.

Y así les ha ido bien. De hecho, están remodelando el lugar y pronto contarán con otro ambiente, ya que aseguran, “ya se está haciendo pequeño con la gente que viene”.

UN CAMBIO DE GIRO.

En calle Balmaceda, está el  Café Do Brasil, que ahora, con nueva dueña, pretende cambiar de giro y ocurre algo similar que en el “Black”. Su nueva dueña, Georgina, también se desmarca de lo que predomina ahora en La Serena y asegura que con ella al mando del negocio las cosas cambiarán. “Quiero darle otra categoría”, dice “Gina” apenas le consultamos cómo opera su café.

Asegura que, pese a que vende alcohol, intenta ser selectiva con los clientes ya que sus trabajadoras en su mayoría son estudiantes y no están dispuestas a ofrecer nada más que compañía a los parroquianos que estén dispuestos a invitarlas. “Aquí a las mujeres se les respeta. Tenemos a 8 trabajadoras que optan por estar acá porque les va bien. Los clientes vienen a conversar y a escuchar música, porque ya saben que no se hace nada más”, asegura la empresaria.

Ahí encontramos a dos chicas universitarias que se identifican como Clara y Marisol de 20 y 23 años respectivamente. Dicen sentirse cómodas en el rubro, y claro, Marisol tuvo experiencias en otros recintos donde el ambiente era muy distinto. “Acá te sientes segura, por la ubicación y además no pasan las cosas que uno ve en otros lados, con borrachos que se pasan de listos y eso. Y el pago no es malo y es flexible para compatibilizar esto con los estudios”, cuenta la joven. 

 

CERO ALCOHOL Y SÓLO DE DÍA, LA EXCEPCIÓN A LA REGLA.

Pero dentro de toda esta gama hay un local que conserva la esencia con la que nacieron los café con piernas a fines de los ’90. En el “Oasis”, emplazado desde hace más de una década en el Caracol Colonial de calle Balmaceda trabajan unas 6 chicas por turnos desde las 11 de la mañana hasta las 21:00 horas.

No venden alcohol y sus clientes habitualmente no están más de media hora en su interior. Y sí, aunque parezca increíble a estas alturas, van a tomar café. Cuando ingresamos al lugar, la administradora Tamara Garrido no tuvo problemas en hablar con nosotros.

Marcó la diferencia con los demás locales. Según asegura, “el negocio se ha ‘chacreado’” y la mayoría de los recintos atendidos por señoritas “se prestan para situaciones extrañas. Y yo no juzgo, pero no quiero que nos metan en el mismo saco”, precisa la administradora, mientras las cuatro trabajadoras que a esa hora estaban en el local intentan escuchar lo que dice, combatiendo el estruendoso sonido de la “bachata” que suena de fondo.

Tamara es categórica al señalar que la no venta de licor juega un rol fundamental para mantener el orden, y que las mujeres que laboran en ese café tengan seguridad y elijan estar ahí. “Aquí las chicas están tranquilas porque saben que nadie se va a pasar de la raya. Los clientes son gente de oficina que viene a media tarde, o al salir del trabajo y buscan botar el estrés”, sostiene.

“ESTE TRABAJO ME HA AYUDADO A SALIR ADELANTE”.

Sofía tiene 29 años y hace algunos meses llegó a Oasis. Desde los 19 que ha estado en el rubro de los café y ratifica que el local del Caracol Colonial es muy distinto, por ejemplo, a las shoperías, en gran medida atendidas por ciudadanas extranjeras que ejercen el comercio sexual.

Vestida con un traje de lencería blanca, la joven de cabello rubio es una de las que más clientes capta. Y claro, algo ha aprendido en una década en el ambiente.

Comenzó en Coquimbo en una etapa de su vida en la que no sabía qué hacer. No trabajaba ni estudiaba y lo único que quería era independizarse ya que sentía que no aportaba y con los trabajos que realizaba como vendedora no le alcanzaba para solventar sus gastos. “Vi un aviso que decía que se necesitaban señoritas y fui. Me contrataron altiro y la plata que me ofrecían era más del doble de lo que podía ganar en otra parte”, asegura la coquimbana.

En ese tiempo el promedio de lo que podía percibir en un mes eran 400 mil pesos y Sofía “se sentía millonaria”. Pudo irse a vivir sola y además seguir aportándole a su madre. Sobre todo después, cuando se instalaron mineras en la región y los trabajadores iban a gastar grandes cantidades de dinero a los diferentes recintos que ofrecían compañía femenina. “Ahí te podías hacer un millón y medio de pesos al mes, fácil”, cuenta. 

Y sí, vio comercio sexual y admite que existen recintos donde se práctica, pero, insiste, “todo depende de la niña”, ya que, de acuerdo a su experiencia “siempre les ofrecen” y se gana más dinero, “pero nadie las obliga”, expresa Sofía, quien a la hora de hablar de su futuro, indica que todavía no lo tiene claro. No tiene hijos y por lo pronto pretende seguir trabajando en Oasis.

DE “LAS MOTORES” A LAS CASAS DE COLORES

Pero no sólo en cafés y shoperías el sexo se compra y vende. En La Serena todavía queda tradición incluso en los prostíbulos, y como resabio de la época más clásica, existen cuatro grandes casonas en el casco histórico donde se ejerce el comercio sexual y que al menos en su fachada evocan la década del ’20 cuando se oía hablar de “Las motores”, primera “casa de remolienda” de la capital regional, donde acudía principalmente la aristocracia de la zona.

Pero las cosas han cambiado en casi un siglo y ni los locales del centro ni estas grandes construcciones de apariencia solmene donde se transa el placer, son el punto de encuentro de la “clase alta serenense”.

En calle Benavente con Cordovez, frente a la plaza Tenri está ubicada la popularmente conocida Casa Amarilla, el prostíbulo más “emblemático” donde los clientes son transversales tanto a nivel social como de edad. “Es donde primero llegan todos, incluso vienen para conocer la casa porque es un atractivo turístico”, comenta a quien llamaremos “María” y que cuando fuimos estaba a cargo del lugar.

Tampoco hay un patrón común entre las chicas que trabajan ahí. Desde estudiantes, hasta mujeres maduras que vienen de otras regiones del país por temporada y “se van rotando”, dice “María” quien eso sí, admite, que en los últimos días “ha estado flojo”, tanto de trabajadoras disponibles como de los habitualmente generosos parroquianos. “Debe ser el frío”, acota, con una simpatía que termina cuando le pedimos permiso para sacar fotografías del interior.

Pero la Casa Amarilla no corre sola. Muy cerca está la mítica Casona del 666, como camuflada entre una residencial y una vivienda particular. Guarda historias desde hace décadas, al igual de la Casa Rosada, en calle Lautaro, cuyas trabajadoras alternan con la Casa Amarilla.

Y un par de cuadras más arriba está la más reciente, la Casa Blanca, justo al lado de un centro de Formación Técnica. El lugar que consta de varias piezas es arrendado por mujeres que ejercen libremente el comercio sexual y viven ahí, según comenta quien dice ser la conserje con la que hablamos explicándole que realizábamos un reportaje.

La mujer, extranjera de unos 30 años, cuenta que son 7 las chicas que ofrecen sus servicios, actualmente todas chilenas. “Había una de Paraguay, pero se fue la semana pasada”, consigna.

Lo que llama la atención en este lugar es la seguridad. Cuentan con varias cámaras que resguardan el entorno y también el interior de la casa, salvo las habitaciones.

TRAVESTIS Y EL COMERCIO SEXUAL CALLEJERO

En La Serena el comercio sexual en la calle es poco habitual. Si no es en los locales o casonas del centro, los clientes llaman a las señoritas directamente a teléfonos que publican en distintas páginas de internet o medios escritos. Sin ir más lejos, diario El Día desde hace varios años da espacio para este avisaje en sus páginas de clasificados.

Pero hay una excepción donde la vía pública resulta ser la mejor vitrina, o la única posible, tal vez. Bajando por la Avenida Francisco de Aguirre, llegando a la Ruta 5 en la plaza del sector, se instala un grupo de travestis que ejercen la prostitución.

Conversamos con vecinos del lugar y algunos trabajadores que laboran durante el día y aseguran que ya están acostumbrados. La mayoría prefiere no identificarse “para no hacerse problemas”, pero insisten en que el problema mayor allí no lo producen los travestis sino los sujetos que llegan a traficar y consumir pasta base. “Esos son los peligrosos. Ellas (las trabajadoras sexuales), no hacen tantas maldades. Sólo a veces hay peleas los fines de semanas porque no falta el que no quiere pagarles y ahí arman el show, y si se meten con una saltan todas”, comenta un residente del sector.

El principal problema sería el sanitario. Así lo consigna el dueño de un quiosco cercano quien llega todas las mañana y debe lidiar con los malos olores y los preservativos esparcidos por la plaza. “Lo que pasa es que la mayoría de las veces tienen sexo acá mismo. O a la vuelta donde hay unos matorrales y llegan y botan esas cosas”, sostiene.

Pero ya no habrían sólo travestis. El mismo quiosquero cuenta que en el último tiempo ha visto llegar a mujeres a ejercer el comercio sexual callejero. “Llegan con los mismos tipos. Yo al principio pensaba que eran travestis también hasta que escuché hablar a una y me di cuenta que eran mujeres. Son dos, habitualmente llegan cuatro hombres y dos mujeres”, relata.

Nuestro primer acercamiento al sector fue de día, pero volvimos esa noche, durante el recorrido nocturno y allí estaban. Eran cuatro, y no alcanzamos a distinguir a ninguna mujer, aunque todas parecen serlo.

Nos detuvimos como cualquier cliente y una de ellas se acercó rápidamente. “Hola cómo están, en qué andan”, dice y su voz grave contrasta con su cuerpo delgado de formas perfectamente femeninas.

Es una noche fría y la trabajadora de intenso cabello rubio que se identifica como Esmeralda tiene prisa. No dialoga demasiado y rápidamente se lanza con sus tarifas las que asegura, vale la pena pagar. “Son 10 mil por sexo oral y 20 el anal. Todo con protección”, dice, inquieta y al no recibir respuesta vuelve con sus colegas. “Vamos a estar hasta como las 02:00 para que vuelvan”, consigan y se despide. Nosotros también nos vamos, la noche ha sido larga y  reveladora.

EN LA ILEGALIDAD.

Pero, ¿se trata de un tema legal?, ¿están cometiendo algún delito quienes ejercen la prostitución, los clientes o quienes administran los recintos?, ¿O más bien se trata de un juicio moral subjetivo?  Lo cierto es que hay ambigüedad respecto de ello, y si bien la prostitución no es ilegal, tampoco totalmente lícita.

El aparente vacío y falta de regulación obliga a disfrazar el comercio sexual  bajo la pantalla de otras actividades relacionadas porque si bien en Chile existe la patente comercial de cabaret, ésta no permite que se concreten relaciones sexuales en el interior de los recintos, lo que según constatamos, es común en La Serena.  

Pero en términos generales, no hay penas para quienes ejerzan la actividad, según explica el abogado Christian Scheechler, Doctor en Derecho de la Universidad de Deusto (España) y académico de la UCN.

El profesional indica que sólo existen ciertas obligaciones que establece el Código Sanitario. “Lo que contempla la legislación actual es llevar una estadística y no permitir la agrupación de mujeres en prostíbulos, o recintos cerrados y ahí es Carabineros quienes tienen que realizar las fiscalizaciones correspondientes y el Servicio de Salud tiene que aplicar las sanciones, como la clausura”, puntualiza el profesional.

Lo que sí se penaliza de todas formas son dos conductas asociadas a la prostitución, asevera,  Scheechler. Por una parte se castiga a quienes la promocionen o faciliten respecto de menores y también lo que se conoce como clientelismo, es decir quienes contraten los servicios de estos menores. Y, por otra parte también se sanciona lo que dice relación con la trata de seres humanos. “Cuando tu traes a ciudadanas extranjeras para que ejerzan esto con el ánimo de explotar, eso está penado y tiene duras penas”, especifica el académico.

Y aquí un punto clave. No sólo se penaliza la trata de personas. El facilitar el ingreso de ciudadanos extranjeros para ejercer el comercio sexual también constituye un ilícito, “aun cuando vengan por su propia voluntad”, sostiene el abogado.

AUTORIDAD PREOCUPADA

La denuncia del concejal Carlos Thenoux tenía asidero y así lo constatamos. Además, el abogado deja claro que no sólo se trata de un tema moral sino legal y el comercio sexual que se ejerce en gran parte de los locales del centro e incluso en las grandes casonas es susceptible tanto a sanciones administrativas, de acuerdo al Código Sanitario, como también penales en caso de comprobarse algún delito asociado.

El alcalde de La Serena, Roberto Jacob está preocupado. Ha recibido denuncias de personas que visualizan esta realidad día a día, pero manifiesta que es poco lo que puede hacer al respecto, ya que la responsabilidad principal en estos casos, dice Jacob, es de las policías. “No es fácil descubrirlo y tener pruebas de que se ejerce la prostitución, por eso que hay que hacer un trabajo investigativo. Lo que podemos hacer es llamar a la gente a que denuncie cuan do vea estas cosas extrañas y así tener sustento para no renovar las patentes cuando llegue el momento de hacerlo”, sostuvo.

El edil enfatiza en el daño que le hace este comercio sexual a la imagen de la ciudad. “Somos la ciudad señorial, colonial y no podemos estar mostrando esta cara”, precisa.

Cuando comentamos el tema con diferentes concejales, hubo quienes se mostraron sorprendidos. Pero otros, como el propio Thenoux, fueron categóricos al señalar que “todo el mundo sabe lo que ocurre en estos lugares”.

En lo que todos coinciden es en que hay que impedir que esta práctica se continúe masificando. Alejandro Pino sostiene que “hay que tomar medidas, pero a quien le corresponda, en este caso a las policías. Y no se trata de perseguir a las personas por la nacionalidad, pero en muchos casos las personas que practican esto no están de manera legal en el país”, sostuvo.

Mauricio Ibacache, realizó una fuerte autocrítica. “Hacemos la vista gorda, porque es más fácil. Aquí lo que está fallando claramente es la oficina migratoria, porque si una mujer extranjera llega a Chile y ejerce la prostitución ya es ilegal”, precisó.

SIN CIFRAS OFICIALES

El 2013, cuando realizamos un reportaje similar, desde el Servicio de Salud indicaron que tenían catastradas a 115 personas en La Serena que ejercían la prostitución. Esto, de acuerdo a los controles sanitarios que las trabajadoras sexuales debían realizarse periódicamente para recibir un certificado que acredite sus buenas condiciones sanitarias.

Pero ahora es diferente. Según indicaron desde la entidad,  estos exámenes ya no son obligatorios, por lo que no hay forma de controlar ni cuantificar la prostitución. Eso sí, los o las trabajadores tienen derecho a efectuarse estos chequeos de manera gratuita si lo requieren.

GOBERNACIÓN DICE NO CONTAR CON HERRAMIENTAS LEGALES PARA CONTROLAR

La Gobernadora de Elqui Daniela Norambuena sostuvo que no existen normas para regular el comercio sexual.  Por tanto, la fiscalización que realizan obedece a temas sanitarios, que los trabajadores, chilenos o extranjeros, tengan contratos de trabajo y documentos al día. “Nuestro Gobierno está en un proceso de regularización y ordenamientos de varios temas, por lo que se fiscaliza que tengan su visa al día y un contrato laboral en los locales establecidos”, sostiene.

Norambuena agregó que también se pone hincapié en los bares y tipos de patentes que poseen, pues existen algunos donde sólo se permite la venta de alcoholes y no de cabaret por lo que tienen ciertas limitantes en cuanto al trabajo que realizan las mujeres. “Vamos a ser enfáticos en las fiscalizaciones para ordenar los temas que preocupan a la comunidad”, precisó.

LLAMADO A PREVENIR ENFERMEDADES.

Más allá de lo legal, lo cierto es que hay personas ejerciendo la prostitución y clientes que están dispuestos a pagar. Lo que, claro, aumenta el riesgo de que se propaguen enfermedades de transmisión sexual, algo que en la Región de Coquimbo resulta particularmente preocupante debido a que, por ejemplo las cifras de VIH (SIDA) han ido en aumento en el último tiempo.

Según el Informe de Situación Epidemiológica 2017, elaborado por la Seremía de Salud en relación a esta enfermedad, al comparar las tasas acumuladas del quinquenio 2007-2011 con las tasas acumuladas en el quinquenio 2012-2016, si se consideran todos los grupos de edad, el aumento de la tasa en la región es de 71,7%.

En ese sentido, el seremi de Salud Alejandro García, hizo un llamado a la prevención y enfatizó en que se está trabajando, elaborando estrategias para disminuir estos negativos números, sobre todo en grupos que son más vulnerables, como las trabajadoras sexuales. “Se realizan distintas estrategias como visitas en lugares de trabajo o en la calle para promover el uso del condón. Y que tengan acceso a controles y exámenes de detección del VIH, sífilis y otras enfermedades de transmisión sexual”, puntualizó García.

POLICÍA Y SANCIÓN ADMINISTRATIVA

No se trata de estigmatizar, pero lo cierto es que en los locales donde se ejerce el comercio sexual, la mayoría de las trabajadoras provienen del extranjero. Así lo ratifica el jefe del Departamento de Extranjería de la PDI, el subprefecto Cristian Müller quien sostiene que las fiscalizaciones se hacen de acuerdo a planificaciones mensuales, mínimo dos veces por semana y efectivamente han constatado el ejercicio de la prostitución, pero al no ser un delito y no una falta, se da cuenta a la autoridad administrativa. “En estos tenemos que dar curso al proceso avisando a la intendencia o a la Gobernación. Y claro, es común que sean las extranjeras las que realicen esta labor, porque es una forma fácil de conseguir dinero y cuando entran a Chile se van a dedicar a trabajar en lo que encuentren para poder subsistir”, aseveró el policía.

Sin embargo, desde Extranjería también aclaran que en general, el que extranjeros se vean involucrados en delitos o faltas no es la tónica y sólo una mínima parte registra antecedentes.

Así las cosas, tal como asevera el Seremi de Salud, Alejandro García, “la claves es prevenir y educar”. Se trata del oficio más antiguo del mundo y nadie podrá erradicarlo, pese a los graves problemas sanitarios que puede generar, y los ilícitos asociados que se propician como la trata de personas o la prostitución infantil. Y como no es un delito, y las infracciones que pueden cursarse de acuerdo al código sanitario son bajas, los dueños de los locales están dispuestos a pagar el precio, probablemente una parte ínfima de sus ganancias.

Por lo pronto, las autoridades intentan tener mayor regulación, sobre todo en la Zona Típica, donde han proliferado shoperías y cafés. Sí, en la ciudad señorial, de las iglesias y campanarios el comercio sexual parece salirse de control. 4601iR

MUJERES MIGRANTES Y LA NECESIDAD

Buena parte de las mujeres que trabajan en las shoperías viene del extranjero, per el llamado es a no estigmatizar, ya que, según indica Giovanna Algendones, presidenta de la agrupación Mujeres Migrantes de la Región de Coquimbo, la necesidad muchas veces no deja otras alternativas.

Algendones remarca que conoce muchos casos de chicas que han tenido que ejercer el comercio sexual debido a las deudas que adquieren en su país de origen para poder venir a Chile con la ilusión de que aquí van a encontrar bonanza económica de inmediato, pero no es así. “Se encuentra con una realidad diferente a la que les venden y acá el sueldo mínimo no alcanza para nada. Entonces, ven que en los bares y shoperías se paga bien, y las propinas son buenas y se ven obligadas a quedarse ahí para salir de la deuda”, sostiene.

De todas formas, la dirigente de las mujeres migrantes enfatiza en que esto, si bien es una realidad, no es la regla general. “Hay de todo, y cada quien elige su destino. También hay una gran cantidad de mujeres que realiza otras labores, y que logra estabilizarse”, concluye Giovanna.

 

CUANDO SE TRANSFORMA EN UNA ENFERMEDAD

Intentar explicar lo exitoso del negocio ahora no tendría sentido. Desde siempre se ha dicho que se trata del oficio más antiguo del mundo y probablemente nunca se extinga. De acuerdo a nuestra experiencia y en lo que coinciden también diversos estudios, no existe un perfil del cliente estándar que recurre al comercio sexual. Encontramos desde jóvenes hasta ancianos. Gente con mucho dinero, de clase media e incluso de recursos escasos. Hombres solteros y casados funcionales socialmente y con familias bien constituidas pueden recurrir al comercio sexual. 

En este último caso nos hicimos la pregunta. ¿Qué lleva a una persona que tiene una pareja estable a requerir estos servicios? Según explica la sexóloga clínica Natalia Guerrero, en primera instancia el contratar a una prostituta tiene que ver con el instinto de tener a alguien subordinado a nuestro poder. “No necesariamente la persona contrata los servicios por una necesidad sexual, sino por otros impulsos, como el que te comento”, expresó.

Y una cosa lleva a la otra. Las parejas, al mantener una relación que no es de subordinación de uno sobre otro, sino más bien horizontal, muchas veces hay temor y pudor, por ejemplo, en expresar fantasías, por lo que el hombre o la mujer, prefieren pagar y ahorrarse todo tipo de estrés emocional. “Muchas veces un hombre que es casado quiere cosas que no puede o no se atreve experimentar con su pareja y opta por lo más simple, o bien para tener relaciones con ella requiere de un preámbulo o crear un entorno, lo que no está dispuesto a hacer, por esto, todo se zanja contratando el servicio”, explica la profesional.

Pero los motivos también pueden ser más concretos y menos emocionales. Muchas veces cuando hay hijos de por medio mantener una vida sexual activa con la pareja se torna complicado ya que puede darse el caso de que tengan que dejarlos con alguien para poder estar solos. “Aquí algunos hombres, no todos, optan por lo más práctico”, indicó.

Sin embargo, hay veces en que el tema puede volverse problemático, ya que la adicción al sexo es una patología reconocida que puede afectar a personas de cualquier esfera social, llevándolos a la decadencia económica, y gastando buena parte de sus ingresos en el comercio sexual. “Hay que estar atentos porque la enfermedad se puede presentar y requiere tratamiento. Cuando empiezas a descuidar otros aspectos de tu vida por el deseo compulsivo, gastas más de lo que tienes, sales durante tus horas de trabajo a la hora de almuerzo a buscar estos servicios, esos son claros síntomas de que la adicción se está manifestando”, manifestó la sexóloga.

 

 

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