El día viernes me tropecé en vivo y en directo, a través de la imagen televisiva, con la violencia desatada durante un partido de fútbol (expresión máxima, según algunos, del deporte chileno), en el estadio de la ciudad de Talca. 
¿Para qué detallar como se manifestaba esta violencia? La masa descontrolada, mayoritariamente conformada de jóvenes, actuó en contra de carabineros, guardias del estadio, incluso contra jugadores y dirigentes de los equipos, con cuanto elemento posible de utilizar como proyectil o arma individual o colectiva, para atacar ciegamente. Graderías, rejas de protección (¿?), asientos y otros elementos de la infraestructura sufrieron daños de consideración. La violencia, individual o colectiva, continuó en las afueras del campo deportivo, convertido en campo de batalla.
Por cierto, las familias que asistieron con sus hijos al evento y muchos de los jóvenes que nada entendían, sufrieron la furia de de esta verdadera jauría humana.
Los primeros comentarios predicaron acerca del excesivo fanatismo deportivo, existente entre barras bravas y de las otras. Se habló de altos porcentajes de participación de delincuentes y de la “crisis moral” que estaría azotando a nuestra sociedad.
Prefiero pensar que el hecho puntual, sólo corresponde a un síntoma, producto del actual sello del consumismo que alientan y pregonan, por intermedio de vitrinas y medios de comunicación social, los ganadores de siempre, a quienes califico como dispensadores del “alucinógeno consumista”, negocio redondo para unos pocos. 
La juventud ya no “pesca” a sus padres y mayores, sus congéneres, y los valores que debiera trasmitir la familia, ya no se escuchan, pues los padres se ausentan cada vez más de su hogar… en busca de los medios para satisfacer sus requerimientos y los propios. A la postre, la juventud ya no desea ser sólo mudo material para entrar en la lucha por un lugar en la sociedad en que vive. ¿Sello del tiempo en que vivimos?
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