Luego de las desastrosas consecuencias al término de la 2a Guerra Mundial, los aliados organizaron el “Plan Marshall” para ayudar a los países destruidos en Europa y levantarlos nuevamente, como así ocurrió. Durante mi estadía en Alemania Federal ( en ese entonces aún dividida), fui testigo de los testimonios fotográficos, documentación y narraciones de los que vivieron esa experiencia. Se organizaron diversos planes internos para fortalecer el empleo, asistencias mínimas de salud, alimentación y educación principalmente. Las Iglesias alemanas fueron un ariete positivo en esas misiones. Nacieron los bonos, los pagos periódicos, los subsidios para enfrentar la situación apremiante, mientras el país poco a poco, en medio de la tragedia, se iba poniendo de pié, manteniendo el espíritu de supervivencia, de sacrificio, de solidaridad y de cuerpo. Fue pasando el tiempo con claro camino de restablecimiento de la normalidad. En ese momento un obispo famoso, cuyo nombre no recuerdo, lanzó una frase para el bronce: “Soluciones de emergencia hacen eterna la miseria”, en otras palabras, el acostumbramiento a los bonos y ayudas orientadas para la emergencia, deben suspenderse cuando la emergencia ha pasado. Así se hizo poco a poco . Quedaron sin embargo algunos planes de franco empuje productivo asociado al espíritu de ahorro, como por ejemplo los subsidios habitacionales con especial éxito. Ese modelo lo copió Chile en la época del Gobierno Militar donde el Ministro de Economía Modesto Collados, lo adaptó a nuestra realidad y aún continua funcionando muy bien. Está claro que la idiosincrasia europea y especialmente alemana no es la misma que la latina, pero es un buen ejemplo a pensar, cuando vemos que hay muchas actividades necesarias cuyas plazas de trabajo no se ocupan porque es mas conveniente no trabajar y vivir de los subsidios y los bonos  por tal y cual cosa. Antes de la pandemia ya se observaba la escases de la mano de obra en las cosechas agrícolas por ejemplo.

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