Los seres humanos, debemos ser de los pocos entre tanta especie animal  que reiteradamente tropezamos con la misma piedra, no una, sino varias veces.
En este caso son más de tres.
Se trata de la distribución de agua potable para toda la región, cuya empresa ha entregado un mal evaluado servicio.
En La Serena, en el último fin de semana, se cortó en todo el sector oriente, en Coquimbo fue dada con muchas dificultades, y salía de las cañerías de un color turbio sospechoso.
Esta seguidilla tiene su más cercana génesis,  cuando en Ovalle, se detectó en la central de urgencia del hospital local, la presencia del norovirus, que se transformó en contagios y un centenar de ovallinos tuvieron que sufrir sus dolorosas consecuencias.
Por ese descuido, Aguas del Valle recibió una multa de 40 millones de pesos.
Cómo antecedente se pensaba que rectificaría su  actuar, pero muy por al contrario lo empeoró. En Tongoy, les facturaron sobreconsumo a sus clientes, y fueron ochenta los afectados.
Es más, su soberbia sobrepasa cualquier sugerencia. Desde la Municipalidad de Ovalle, con una mirada técnica y de colaboración, le indicaron  qué situaciones podrían ocurrir durante la emergencia climática y cuáles las medidas a implementar.
Hicieron una hermosa pelota de papel con la carta y la mandaron al cesto de los papeles.
Con todas estas anomalías, tropiezos, malas decisiones, y desprecio a los usuarios no se puede seguir con una empresa que no inspira confianza. Sobre todo, porque distribuye un delicado y estratégico líquido: el agua potable.
Haciendo eco de una comunidad indignada cómo es la ovallina, nos presentamos ante el gobernador y le entregamos un documento, en donde le solicitamos que el estado chileno ponga fin a la concesión. 
Transversalmente estamos de acuerdo que  es la medida más adecuada, sobre todo porque la empresa ha tenido muchas oportunidades.  
Y es preferible poner a resguardo la salud de la población
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